Psicología Martes 26 de Setiembre

Autoestima de amianto

Constanza Galina Andrioli – Abogada. Psicóloga. Mediadora. Docente.

Claves para enfrentar la violencia de género

Acosadores. Los hay de todo tipo. Edad. Profesión. Orientación sexual. Nivel educativo. Posición económica. Muchos perfiles, un mismo objetivo: despedazar a la víctima de género femenino, que hace, dice, o representa, alguna cualidad que molesta al agresor, porque es mujer. Por misoginia, término que proviene del griego, y significa aversión a las mujeres. Hay un rasgo común en todos ellos: ejercen algún tipo de poder sobre la mujer violentada.

De acuerdo a la normativa internacional y nacional, la violencia de género es toda conducta que vulnera los derechos humanos de las mujeres, basada en una relación desigual de poder. Asimetría en el poder que la sostiene una cultura patriarcal y sexista, que a través de sus instituciones le ha dado a un género los medios que hacen posible el dominio masculino sobre las mujeres. Punto en común de todos los tipos y modalidades de violencia sexista. El mayor poder del victimario. Quien atropella los derechos de las mujeres, lo hace porque “puede”. Hay un desequilibrio en la distribución de poder entre las mujeres y quien las vulnera, (ya sea físico, subjetivo, económico, o institucional). Quien las acosa, tiene el potencial para realizar los actos que la Convención de Belem do Para define como violencia de género, y son los que producen o son capaces de producir la muerte, o daños o sufrimientos físicos, psicológicos, sexuales, contra las mujeres por su condición de tales.

Esta disimetría en el poder excede la singularidad de la situación concreta entre abusada y abusador, ya que se trata de un emergente de una cultura sexista que discrimina a las mujeres, y las expone a sufrir cotidianamente violencia de género en los distintos ámbitos en los que desarrolla su vida.

Frente a tales abusos de poder, ¿cómo se puede proteger una mujer?

En primer lugar, nombrar la violencia, como tal, es decir, reconocer que el trato que recibimos es abusivo e inaceptable. Es violencia, que no tenemos que tolerar. No quedarnos calladas y buscar asesoramiento legal para denunciar estas situaciones y solicitar las medidas legales para pedir judicialmente que cesen los actos violentos. Identificar al agresor, reconocer que está maltratando y que su accionar es ilícito y potencialmente peligroso.

Todas las acciones que se pueden desplegar contra la violencia sexista requieren que las mujeres se quieran lo suficiente a sí mismas como para no aceptar tratos abusivos, discriminatorios, que las humillan, denigran, o les impiden vivir tranquilas.

Trabajar en el amor propio, quererse mucho, para rechazar todo trato que no sea digno y respetuoso. El mejor antídoto frente a situaciones abusivas, es no introyectar la culpa, esto es, no sentirse culpables por ser maltratadas ni justificar al agresor. Ninguna circunstancia autoriza el abuso de poder ni el destrato hacia las mujeres.

Fortalecer al aprecio por la propia persona, amarse más y mejor que nunca, aceptarse como humana con derecho a cometer errores, a decir que no, sin justificarse, y a pedir explicaciones, frente a situaciones de discriminación y atropello.

Prestarle atención a las propias necesidades, cuidar el cuerpo, la salud, preservar la intimidad y los espacios de ocio. Asignar tiempo suficiente para alimentarse bien, descansar lo suficiente,y apoyarse en las personas que comprenden sin juzgar, nutren y brindan apoyo cuando nos sentimos abatidas.

Escuchar y respetar las sensaciones corporales que nos dan las señales de alerta, cuando estamos siendo acosadas. El maltrato hace eco en el cuerpo. Escalofríos, cefaleas, gastritis, angustia, hipertensión, infecciones recurrentes, bajas defensas, insomnio, depresión, angustia. Son algunos de los síntomas de la violencia de género.

Canalizar la indignación, la rabia y el miedo por la violencia sufrida, sacándola afuera de nosotras, para que no nos destruya por dentro y ponerle palabras al dolor. Comunicar la situación vejatoria, en donde podamos, para buscar ayuda y denunciar, oportunamente, de manera de poner en marcha los resortes de protección de las leyes en la materia.

Ejercer los derechos es terapéutico y contribuye a construir una autoestima lo suficientemente fuerte como para animarse a pedir en las instancias administrativas y judiciales, el cese de los actos violentos.

Una autoestima de amianto, un escudo protector de nuestra subjetividad, vulnerable y maravillosa, en donde resbale todo comportamiento que atente contra nuestra femenina humanidad.

 


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