El impuesto rosa
¿Pagan las mujeres precios más altos que los hombres?
La igualdad de género tiene también su espacio de discusión en lo referente a las estrategias de precios de las empresas. Se ha bautizado como impuesto rosa al sobreprecio que pagan las mujeres en ciertos productos y servicios debido a su género. Pero también existe la situación inversa, es decir casos donde las damas pagan precios inferiores a los hombres.
Veamos el impacto de las diferencias de precios por género y las recomendaciones para evitar polémicas entre empresas y consumidores.
LA OFENSA DE PAGAR PRECIOS MÁS ALTOS.
Un estudio publicado en 2015 por el Departamento de Asuntos del Consumidor de la ciudad de Nueva York reveló que en promedio las mujeres pagan un precio 7% más alto que los hombres para productos de características similares. Esta diferencia no es uniforme. Por ejemplo, mientras que la ropa para niñas es 4% más cara que su equivalente para niños, la diferencia alcanza al 13% en el caso de productos de higiene y cuidado personal, como champú, desodorantes y máquinas de afeitar o depilar.
En la Argentina, diversos relevamientos publicados arrojan una realidad similar. El extremo de la irritación por este tipo de prácticas ocurre en productos donde las versiones femenina y masculina son exactamente iguales en diseño y características, y solo por ser una de ellas de color rosa el precio es superior.
Las empresas pueden cobrar precios más altos por productos o servicios similares siempre que este tipo de políticas esté basado en criterios aceptados socialmente. Por ejemplo, si se elige entrega inmediata en lugar de un pedido programado, o si no se dispone de una tarjeta de fidelidad de la empresa. Sin embargo, no es socialmente justificable que el precio más alto se deba al género del comprador.
LA OFENSA DE PAGAR PRECIOS MÁS BAJOS
Ahora bien, existen situaciones en las que el género femenino tiene ventajas en los precios pagados. Por ejemplo, es una costumbre en la Argentina que los boliches cobren una entrada más baja a las mujeres o incluso les ofrezcan acceso gratuito.
También hay bares y restaurantes que ofrecen descuentos para ellas en las denominadas ladies nights o noche de mujeres. Y en algunos lugares hasta se publicitan descuentos especiales para mesas integradas exclusivamente por mujeres.
En este tipo de casos, que aparentemente pueden significar una ventaja razonable para las damas, aparecen dos situaciones que cuestionan esta realidad.
Por un lado, hay quienes consideran que este descuento es ofensivo para el género femenino, ya que en el ejemplo del acceso a los boliches el objetivo implícito es generar la presencia de más mujeres para que los hombres se vean más atraídos a concurrir. Tal es el grado de polémica de esta cuestión que incluso se plantearon iniciativas para anular este tipo de prácticas.
Por otro lado, por qué no mencionarlo, estas medidas pueden ser consideradas como ofensivas para el género masculino, que sufre un sobreprecio en este tipo de situaciones.
Los descuentos también pueden resultar ofensivos cuando sus razones no son aceptables socialmente. Por ejemplo, se ve con buenos ojos que un jubilado o un estudiante pueda acceder a un precio más bajo en ciertos productos o servicios. Sin embargo, que el precio más bajo se deba al sexo del comprador puede ser considerado ofensivo en un entorno que alienta cada vez más la igualdad de género.