La actividad física, ¿antídoto de las enfermedades de la civilización o forma de vida?
Daniel Airasca - Director académico Licenciatura en Educación Física Universidad Abierta Interamericana.
Una concepción de la actividad física como una necesidad biológica básica y un modo natural de convivir con el medio ambiente.
El hombre civilizado de principio del tercer milenio en su afán tecnológico, en su capricho urbano, no solo ha puesto en peligro su relación con la naturaleza, sino que ha sofisticado tanto su forma de vida, al extremo de olvidar su condición de ser vivo.
Este olvido de su pertenencia a la naturaleza se manifiesta tanto en sus conductas y hábitos, como en su organización social y en las condiciones de producción y consumo que lo disminuye y mutila, impidiéndole ser plenamente hombre y arrebatándole el placer de ser persona. Algunos efectos se observan enun perfil patológico sui generis llamado "enfermedades de la civilización", y representan las formas específicas de enfermar, envejecer y morir que la sociedad de consumo tiene reservada para él.
Las "enfermedades de la civilización" descriptas por las ciencias médicas: infarto de miocardio, hipertensión arterial, accidente cerebro- vascular, osteoporosis, diabetes mellitus no insulino dependiente, cáncer, etc., podrían ser las causas más importantes de morbi- mortalidad. A estas hay que sumarles la proliferación de cuadros pre- mórbidos: distonías neurovegetativas, obesidad, desequilibrios musculares, stress, fatiga crónica, etc. que le disminuyen su capacidad de acción, y que quizá no puedan ser considerados tanto causas de pérdida de años de vida, como que restan “vida a los años".
El estilo de vida occidental, muy condicionado por el consumo, comporta una cadena o red de causas; atributos que, relacionados en mayor o menor medida con la enfermedad, se convierten en factores de riesgo. Podemos mencionar los desórdenes alimentarios, tabaquismo, estrés, obesidad, sedentarismo, etc.
Un nuevo criterio sobre la salud
Podría considerarse a la salud como una reacción autónoma culturalmente creada ante una realidad socialmente determinada. Como una tarea personal y colectiva, en la que el éxito es en gran parte resultado del conocimiento de uno mismo, de la autodisciplina y los recursos internos. Tarea personal y colectiva que, en tanto conducta humana, es pues susceptible de ser aprendida/enseñada.
La cita del virólogo estadounidense Jonas Salk es reveladora: “La sabiduría se está volviendo ahora el nuevo criterio para la salud”. El hecho básico en el cual queremos apoyarnos para vivir sanos es que nuestros cuerpos sepan lo que es bueno para ellos. Se impone, entonces, indagar en las etapas de la formación de los hábitos. Fases etarias en las cuales la adquisición de un estilo de vida saludable se ve facilitado.
La escuela constituye un pilar básico en la sociedad para este tipo de formación. Ciertamente es la única institución que acoge la totalidad de la población durante las primeras etapas de su vida, cuando la receptividad es más idónea para incorporar nuevos hábitos relacionados con la salud. Los aprendizajes que se expresan en términos de conductas y posteriores hábitos, en términos de desarrollo de la conciencia.
Las costumbres relativas al “arte de saber vivir”, no se enseñan, se testimonian, se actúan. Conductas cognitivas que no solo están guiadas por un sistema personal de creencias, teorías, modelos, valores y principios, sino que es este sistema mismo el que le confiere sentido. En este orden de aprendizajes, enumeramos: educación ambiental, respeto por la diferencia, educación sexual y de género, educación para la paz, educación para la nutrición y la educación para la actividad física.
La actividad física y su inherencia a la vida
El carácter molar de la actividad física comporta una alternativa cuasi ideal para educar, provocar adaptaciones morfofuncionales, transmitir bienes de cultura y habilidades, y por ser manifestación de conducta, generar hábitos positivos en ámbitos de la salud. Es en el dominio de la acción donde tiene lugar realmente la enseñanza, que comporta esta perspectiva transversal. Y si resulta evidente que aquello que los docentes hacen es consecuencia de lo que piensan, se torna necesario reflexionar sobre las creencias y teorías que subyacen en la concepción de actividad física.
Hablamos de las teorías y creencias que los docentes del primer ciclo tienen sobre la actividad física, y las relaciones con sus acciones y con los efectos que estas producen en los alumnos, en un intento de modificar los causales de la cultura sedentaria. Se justifica así la necesidad de generar un espacio de reflexión sobre lo obvio: la actividad física y su inherencia a la vida y a la condición humana, su rol vital- pedagógico; y su relación con la salud, las conductas personales y el medio.
Entonces, se propone la necesidad de diseñar, un modelo de educación como “arte al servicio de la naturaleza” en el cual la actividad física se incorpore como modo de caminar y no de correr la vida, que no sea solo consumida metódicamente como "antídoto" o "medio etiológico" de las enfermedades de la civilización. Un modo natural de vivir en armonía con el ambiente. Un modo en la que la actividad física sea considerada una necesidad biológica básica.
Se trata de un cambio de concepto que pretende devolver al hombre su condición de estar vivo y sentirse vivo, a la hora de abordar las relaciones que la salud tiene con la actividad física, para hacer de ello una verdadera empresa educativa para la vida. En definitiva, considerar a la actividad física como una manera de lograr que "cuando llegue la muerte nos encuentre vivos", al decir de Marcello Marchesi.
Enseñar/aprender a respirar, a reír, a relajarse, en definitiva, a ayudar a los órganos internos a funcionar a su ritmo, a conocerse uno mismo y reconocer al prójimo como parte de uno y uno mismo como parte de la naturaleza. No es una actitud naif e ingenua, es en realidad una concepción globalizadora, una toma de posición ante la sociedad y, por ende, un desafío político como medio y una cuestión vital como fin.