Legales Miércoles 22 de Noviembre

Cuando la pobreza tiene cara de mujer

Constanza Galina Andrioli – Abogada. Psicóloga. Mediadora. Docente.

La violencia económica consiste en una serie de mecanismos de control y vigilancia sobre la conducta de las mujeres respecto del uso del dinero.

La llamada feminización de la pobreza

Se habla de la feminización de la pobreza como un predominio de las mujeres entre los pobres y como consecuencia del impacto del género en su causa. Esto es, el reconocimiento de una tendencia en la cual hay mayor cantidad de mujeres entre los pobres, como un proceso derivado de su condición de género.

Se trata de un concepto que se comenzó a utilizar en Estados Unidos, hacia fines de la década del 70, a partir de trabajos que se centraban en describir, en términos estadísticos, el aumento de los hogares encabezados por mujeres, y su relación con el deterioro de sus condiciones de vida. La investigadora Diana Pearce encabezó estos estudios en 1978, con su trabajo, The feminization of poverty: Women, work, and welfare. La autora se preguntaba cuáles eran los condicionamientos que determinaban que ser mujer originara tasas más altas de pobreza. Se concluyó que es la posición desigual de las mujeres en la cultura patriarcal, lo que determina menores posibilidades en la obtención de ingresos, en el mercado de trabajo, en la seguridad social y en los aportes familiares, situación que reproduce e institucionaliza las desventajas del género femenino.

Datos de las Naciones Unidades 

Las mujeres tienen menor acceso a las instituciones financieras y mecanismos de ahorro formales. Mientras el 55 % de los hombres informa tener una cuenta en una institución financiera formal, esa proporción es de sólo el 47 % en el caso de las mujeres en todo el mundo. Sigue siendo desigual la participación de las mujeres en el mercado de trabajo con respecto a la de los hombres. 

En 2013, la relación entre hombres con empleo y población se ubicó en un 72,2 %, mientras que esa relación entre las mujeres fue del 47,1 %. En todo el mundo, las mujeres ganan menos que los hombres, en promedio ganan sólo entre el 60 y el 75 % del salario de los hombres. Se incluyen como factores coadyuvantes trabajos precarizados, vulnerables y familiares no remunerados.

Esta situación es la expresión de la ideología que promueve la dependencia económica de las mujeres, causa y consecuencia de las restricciones en el acceso a la independencia económica que es condición indispensable de la autonomía. Esta desigualdad se traduce en la responsabilidad desproporcionada con respecto al trabajo no remunerado de cuidados que prestan a otras personas.

Las mujeres dedican:

  • Entre 1 y 3 horas más que los hombres a las labores domésticas

  • Entre 2 y 10 veces más de tiempo diario a la prestación de cuidados (a los hijos e hijas, personas mayores y enfermas)

  • Entre 1 y 4 horas diarias menos a actividades remuneradas. 

Esto se traduce en mucho menos tiempo que los hombres para dedicarse a capacitarse, ganar dinero, participar en política, cuidarse a sí mismas y disfrutar de horas de ocio. Pese a algunas mejoras logradas durante los últimos 50 años, aun existen diferencias en la legislación que cercenan la posibilidad de las mujeres de acceder a mejores trabajos y en algunos países persisten normas que les exigen la autorización de sus maridos para trabajar.

Protección legal contra la violencia de género económica en la Argentina

La ley 26.485 de Protección Integral contra la violencia contra las Mujeres define a la violencia económica y patrimonial, como aquella que menoscaba los recursos económicos de la mujer, a través de:

a) la perturbación en la posesión, tenencia o propiedad de sus bienes;

b) la pérdida, destrucción, retención indebida de objetos, documentos personales, bienes, derechos patrimoniales;

c) la limitación de los recursos económicos destinados a satisfacer sus necesidades o privación de los medios indispensables para vivir una vida digna. En los casos en que tengan hijos y vivan con ellas, las necesidades de los menores se consideran comprendidas dentro de los medios indispensables para que las mujeres tengan una vida digna.

La violencia económica consiste en una serie de mecanismos de control y vigilancia sobre la conducta de las mujeres respecto del uso del dinero a lo que se suma la constante amenaza de no proveer de recursos económicos. Si se analizan los datos de las Naciones Unidas mencionados en el punto anterior, a la luz del concepto de violencia económica, se puede concluir que la mujer, por su condición de género, como consecuencia de los patrones culturales, tiene dificultades para ejercer sus derechos económicos y patrimoniales, necesarios para construir una vida plena, digna y autónoma, ya que encuentra mayores obstáculos que los varones para acceder y disponer de los medios que necesita para subsistir, que incluyen el acceso a una vivienda digna, alimentación, salud, transporte y educación, tanto para ellas como para sus hijos.

Se trata de una de las peores formas de violencia que refleja la desigualdad entre mujeres y hombres, ya que le otorga a éstos el poder simbólico y económico para mantener a las mujeres en un lugar de sumisión y subordinación. La falta de independencia económica obliga a las mujeres a mantenerse en situaciones de violencia, en especial, en el ámbito doméstico y laboral.

En este sentido, la ley 26.485 establece una serie de medidas para proteger a la mujer víctima de violencia económica en el ámbito doméstico, que incluyen, entre otras:

a) prohibir al agresor enajenar, disponer, destruir, ocultar, bienes comunes de la pareja que convive;

b) ordenar la exclusión del agresor de la residencia común, independientemente de la titularidad de las misma;

c) reintegrar a la mujer al domicilio si se tuvo que retirar, previa exclusión de la vivienda del agresor;

d) acompañar a la mujer que sufre violencia, a través de la fuerza pública, a su domicilio, a retirar sus efectos personales,

e) pedir la fijación de una cuota alimentaria para sus hijos;

f) solicitar la reparación de los daños y perjuicios que ha sufrido como consecuencia de la violencia.

Emponderar a la mujer para construir un mundo mejor

El empoderamiento económico de la mujer contribuye a mejorar las relaciones entre los géneros. Una mujer autónoma es aquella que puede elegir un proyecto de vida propia, de acuerdo a sus propios deseos y sostener sus decisiones por ella misma. Esto requiere independencia económica, tener acceso a su propio dinero, pagar sus cuentas, elegir dónde, cómo y con quién vivir. Una vivienda digna, un salario justo, la división de las tareas domésticas con equidad, en el marco de la pareja y familia que haya formado, le permite disponer de su cuerpo, de su tiempo, y de sus decisiones, en igualdad al género masculino. Además, es un negocio: las empresas se benefician enormemente al aumentar las oportunidades en cargos de liderazgo para las mujeres, algo que ha demostrado aumentar la eficacia organizacional. Se estima que las compañías donde tres o más mujeres ejercen funciones ejecutivas superiores registran un desempeño más alto en todos los aspectos de la eficacia organizacional.

Emponderarse consiste en ocupar los espacios y ejercer los propios derechos… a trabajar, estudiar, disponer de los bienes propios, compartir los comunes de la pareja, disfrutar del tiempo de ocio, distribuir las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, por partes iguales. Para ello, es necesario y conveniente, buscar ayuda, cuando se viven situaciones de violencia y desigualdad.

¡Buscar asesoramiento legal y ayuda psicológica para sostener los reclamos y demandas que por Derecho corresponden a las mujeres, como sujetos de derechos y deseos propios!

Consultas: [email protected]


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