El Infarto no puede esperar
Dr. Pedro Daniel Zangroniz. Integrante del Servicio de Hemodinamia y Cardiología Intervencionista del Sanatorio Parque. Grupo Oroño.
La importancia de tomar medidas urgentes para garantizar la atención cardiovascular durante la pandemia.
La enfermedad cardiovascular es la primera causa de muerte en el mundo. Se estima que cada año mueren 18 millones de personas por esta causa, representando el 31.8% del total de todas las muertes.
El infarto agudo de miocardio es su presentación más temible. Se produce cuando una arteria coronaria se ocluye con un trombo (coágulo) y lleva a la muerte del tejido cardíaco.
Desde hace 40 años disponemos de dos estrategias para desobstruir la arteria responsable del Infarto. La más eficaz, sin lugar a dudas, es realizar una angioplastia coronaria de emergencia con implante de stent. De no disponer de esta estrategia o no poder aplicarla en los tiempos sugeridos, la otra opción consiste en inyectar por vía endovenosa una droga con capacidad de disolver el coágulo responsable de la oclusión.
Más allá de la capacidad potencial de cada una de ellas para destapar la arteria lo más importante y fundamental es que todo el tratamiento se realice rápidamente.
El momento en que se tapa la arteria y el paciente comienza con dolor en el pecho lo vamos a definir como minuto 0. A partir de ahí, es muy frecuente que se produzcan demoras que hacen aumentar tanto el riesgo de muerte inmediata como también tener un infarto de mayor tamaño con peor pronóstico.
La demora que se produce hasta implementar la estrategia para destapar la arteria responsable la podemos dividir en dos: la demora del paciente y la demora del sistema.
La demora del paciente es aquella que va desde el comienzo del dolor hasta que es atendido por un médico en condiciones de hacerle un electrocardiograma y constatar el infarto. Esta se puede combatir con campañas de información y concientización a través de diarios, revistas, radios, redes sociales, etc.
Luego que el paciente toma contacto con el sistema de salud (puede ser una ambulancia o la guardia externa de un Hospital con o sin capacidad de hacer una angioplastia) entra en juego la demora del sistema. Acá se debe considerar una infinidad de situaciones que pueden ocurrir como demora en la guardia del Hospital por falta de un triagge adecuado, demora en el diagnóstico por incapacidad médica, tipo y calidad de cobertura del paciente, disponibilidad de las estrategias de reperfusión mencionadas según los centros, disponibilidad de una ambulancia para trasladar al paciente en caso que sea necesario un traslado para realizar la angioplastia, etc.
En los últimos 15 años, tanto en EEUU como en varios países desarrollados de Europa, se pusieron en marcha estrategias que permitieron organizar la asistencia médica y así disminuir el tiempo total en que la arteria está tapada. Esto se logra generando redes de Infarto donde se determina de antemano qué tipo de tratamiento y en qué lugar se llevará a cabo el mismo según donde se produzca el infarto del paciente.
En la República Argentina, salvo excepciones en donde existen Redes públicas y Servicios privados preparados y capacitados para atender a estos pacientes, en la mayoría de los lugares las demoras son muy importantes y los pacientes reciben alguna intervención de manera tardía y en no más del 50% de los casos.
Infarto y COVID-19
A este complejo escenario debemos agregarle lo que está aconteciendo en el mundo con la pandemia por COVID-19.
Se ha constatado en países como EEUU y España una reducción estimada del 40% en las activaciones de las Salas de Cateterismo (lugar donde se realizan las angioplastias) para tratar infartos. En nuestro país, en una encuesta realizada recientemente (primeros días de la cuarentena) en Centros de excelencia se constató una disminución del 55% comparado con el mismo período del año 2019.
Los motivos por los cuales los pacientes consultan menos se pueden resumir en dos cuestiones principales:
1) Preocupación respecto de consultar por temor a contagiarse el virus
2) Preocupación por tener problemas legales al movilizarse hasta el hospital para consultar.
Sin ninguna duda este es un “daño colateral” de las medidas tomadas relacionadas con la cuarentena que están dando resultados exitosos ya que tenemos pocas muertes producidas por COVID-19, pero la gran pregunta es qué está pasando con los pacientes cardiópatas.
Se deben tomar medidas urgentes para revertir esta situación como ser:
1) Garantizar la atención cardiovascular con la menor posibilidad de contagio hacia los pacientes y los profesionales de la salud.
2) Mantener activo los sistemas de ambulancias evitando demoras en las llamadas y traslados de pacientes con infarto
3) Separación de los circuitos de atención de pacientes para consultas en dos: sectores de sospecha de posible infección y sectores para patologías generales con baja sospecha de infección.
4) Disponibilidad y utilización adecuada por parte del personal de salud de los elementos de protección personal necesarios.
Si no prestamos atención a las enfermedades cardiovasculares durante la pandemia, más allá de los que pase con el virus, tendremos un aumento importante de mortalidad de causa cardiovascular. Hay algo en lo que no tenemos dudas, el Infarto no puede esperar.