La importancia de las vacunas. Una práctica que no resiste discusiones
Dr Rafael Lopez Azcurra – Sanatorio de Niños – Grupo Oroño
Los mayores errores que cometen los grupos antivacunas y el peligro de que aparezcan enfermedades ya erradicadas
En los últimos tiempos, los profesionales de la salud hemos asistido azorados y gravemente preocupados a la situación de encontrarnos con padres que cuestionan las vacunas y, lo que es peor, se niegan a vacunar a sus hijos. En efecto, la corriente del pensamiento “antivacunas” viene creciendo paulatinamente en el primer mundo y amenaza con instalarse entre nosotros.
Los padres amamos profundamente a nuestros hijos y ponemos especial recelo en no exponerlos a diversos riesgos: compramos la silla más segura para viajar, los protegemos de los peligros de internet, la calle, etc, los llevamos y los buscamos del colegio, los cuidamos del frio, les ofrecemos los mejores alimentos y lo que es más importante, confiamos su salud en un profesional de nuestro agrado y confianza. Es por esto que no se logra entender cómo puede haber en el universo de teorías padres que se nieguen a vacunar a sus hijos.
Las vacunas han sido el mayor avance científico que más vidas a salvado en la historia de la humanidad. Una vacuna es un producto que hace que nuestro organismo forme defensas específicas contra determinadas y peligrosas enfermedades. Las vacunas no evitan el contagio, lo que evitan es que una vez producido desarrollemos la enfermedad, ya que nuestro cuerpo al entrar en contacto con el agente infeccioso, activa inmediatamente anticuerpos específicos contra ese agente. Anticuerpos que fueron desarrollados previamente justo por acción de una vacuna especifica para ese germen.
Vacunarse no solo es un beneficio individual sino también un beneficio colectivo.
Las vacunas han ido erradicando terribles y mortales enfermedades que, precisamente al ir desapareciendo, la población las ha olvidado. En consecuencia el temor a enfermarse se diluye y ya no se recuerda el terrible flagelo que vivido con enfermedades como la poliomielitis o el sarampión.
Los movimientos antivacunas y sus argumentos erróneos
En su proceso de elaboración, una vacuna es sometida a numerosos y estrictos controles y estudios que llevan años hasta su aplicación en la población.
Los movimientos antivacunas sostienen básicamente tres errores fundamentos:
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“Las vacunas enferman de lo que contiene”: a lo que la respuesta es que la ingeniería genética ha logrado la producción de vacunas muy seguras en donde solo se logra el efecto de desarrollar defensas especificas con mínimos riesgos.
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“Las vacunas provocan efectos secundarios catastróficos”: En este sentido, las vacunas son uno de los productos farmacéuticos que conlleva menos riesgos. Son más probables efectos colaterales severos con el uso de antibióticos que con las vacunas. Y nadie discute de la utilidad de los antibióticos. El peor de los riesgos de las vacunas es no aplicársela.
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“Para qué vacunarse de enfermedades raras o poco frecuentes”: Fue gracias a las vacunas que estas enfermedades potencialmente mortales pasaron a ser raras e infrecuentes.
Vacunarse no solo es un beneficio individual sino también un beneficio colectivo. Hay personas con déficit inmunológicos, como los pacientes oncólogicos o inmunodeficientes, que no pueden vacunarse y en quienes estas enfermedades harían estragos. Sin embargo, el hecho de estar rodeados de personas vacunadas los protege indirectamente de no contagiarse. Esto se conoce como “Inmunidad de rebaño”. Por otra parte, no vacunar a un menor no solo puede ser perjudicial para él, sino también para quienes lo rodean, ya que se debilita esta inmunidad de grupo. Si el nivel de vacunación de una comunidad está por debajo de los niveles que ofrecen protección, se corre peligro que en esa comunidad reaparezcan esas enfermedades “raras o infrecuentes” afectando lógicamente a los más vulnerables: niños, ancianos y personas inmunodeficientes.
Hoy día, teniendo una herramienta tan eficaz como las vacunas, no podemos permitir que muchos niños sigan falleciendo por enfermedades prevenibles. En los países en donde las vacunas son opcionales siguen ocurriendo muertes por difteria, tos convulsa y otras enfermedades que pueden evitarse a través de la vacunación.
¿Cómo se le explica a un padre que su niño falleció por su propia negativa a vacunarlo? Lamentablemente, a través de medios como internet, los padres se mal informan y consumen datos erróneos como los difundidos por los grupos antivacunas. Y lo que es peor, hasta en nuestro país se esbozó un proyecto de quitar la obligatoriedad de las vacunas que generó un rechazo enérgico de toda la comunidad médica y científica.
Finalmente debo decir que en nuestro país las vacunas son OBLIGATORIAS y GRATUITAS. Contamos con un excelente calendario de vacunación que va a la vanguardia de muchísimas naciones y con un sistema de salud que propicia la llegada de las mismas a todos los sectores de la población. Es así como en Argentina hace muchos años que no tenemos sarampión, difteria, rubeola congénita, tetanos neonatal. Ya no hay trasplantes hepáticos debidos a hepatitis A y la tasa de internaciones por neumonía se redujo a más de la mitad, entre otros tantos logros de la vacunación obligatoria y gratuita. Y esto nos debe enorgullecer como país.
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