¿Eso ya pasó? Trastorno de Estrés Postraumático
Ps. Rocío Suarez Ordoñez - Coordinadora de Clínica de Trauma y Estrés Postraumático INECO Neurociencias Oroño
Una patología que si no es tratada a tiempo incide en nuestra calidad de vida.
“Eso ya pasó”, ¿cuántas veces escuchamos este dicho por día? Es muy usual presenciar estas contestaciones cuando alguien está narrando algo traumático del pasado, como si éste fuese tabú.
En la vida diaria solemos naturalizar un sinfín de síntomas. Si nos duele la cabeza nos convencemos que es porque dormimos mal; si no podemos dormir es porque estamos muy preocupados; si a veces damos malas contestaciones o estamos iracundos es porque estamos muy cansados; si nos sobresaltamos seguido es porque somos miedosos; si no nos acordamos de algunas cosas es porque tenemos mala memoria; y así diagnosticamos todo un conjunto de síntomas como si fuesen parte inevitable de nuestra vida. ¿Acaso es lo mismo tener una pesadilla aislada que sufrir dos por semana? Ciertamente no, sin embargo parecemos estar muy ocupados para poder prestarle atención a estos patrones. ¿O acaso evitamos pensar en ello?
A su vez, contamos con esa exigencia implícita de que ante la caída hay que levantarse, sacudirse y seguir adelante. Si bien el pensamiento positivo le hace bien a nuestro cerebro y por consecuencia a nuestras conductas, hay ocasiones que observar activamente lo ocurrido vale la pena.
A este respecto, el Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT), se encuentra altamente subdiagnosticado. Este puede desarrollarse a partir de un hecho experimentado que involucra un peligro real o percibido para la vida, la integridad física y/o mental. Este trastorno suele ocurrir en víctimas de abuso, veteranos de guerra, bomberos, policías y todos aquellos que estuvieron expuestos a un shock emocional. Pero ojo! el TEPT se presenta sólo en un acotado porcentaje de aquellos que padecieron una situación traumática, por una desorganización en los mecanismos que interfieren en el procesamiento de la información en condiciones de angustia severa.
Si bien estamos expuestos constantemente a información acerca de robos y situaciones de violencia, el cuerpo y el cerebro no está preparado para ello. Lo que sí hacemos es, a partir de la información recibida, aprender de ella, y tomar algunos recaudos, como no caminar por calles oscuras en soledad, evitar bolsos grandes y sin cierres, no incursionar en barrios pocos conocidos y demás. Sin embargo, cuando eso sí ocurre, y lo percibimos con terror, miedo y sensación de indefensión nuestra respuesta futura hacia ello varía según cada persona. Es esperable que unos días después del hecho, queramos salir de casa acompañados, evitar el lugar del hecho, mirar para atrás e incluso sentirnos tensos si alguien que no conocemos nos pasa cerca. El cerebro lee el peligro. Luego de un tiempo, ese miedo suele extinguirse, porque salimos a la calle y no nos volvió a pasar nada. ¿Pero qué ocurre si esto persiste más allá de algunas semanas?
El hecho traumático pudo haber teñido nuestra percepción del mundo, ahora es amenazante y peligroso, y eso nos obliga a estar a la defensiva permanentemente: Salimos y miramos para atrás constantemente, escuchamos un ruido y comienzan a inundarnos reacciones fisiológicas: nos sudan las manos, tenemos palpitaciones, nos sentimos alertas: el cuerpo se prepara para la huida. Sin embargo, acá el problema: el cerebro comienza a leer peligro donde no lo hay. Es decir, tenemos síntomas de re experimentación.
A su vez, solemos cambiar el canal si vemos una noticia referente, evitamos los lugares que se asemejan remotamente al lugar del hecho traumático, podemos tener ataques de furia y buscar pelea sin razón aparente y hasta a veces nos sentimos anestesiados afectivamente.
La evitación del estímulo ansiógeno es el factor predominante del mantenimiento del trastorno. Si este no se trata puede acompañarnos toda la vida. A su vez, es importante saber que existe el Estrés Postraumático Demorado, aquel en el que sus síntomas se “despiertan” porque el cerebro relaciona un estímulo presente con alguno referido al trauma, y esto puede ocurrir muchos años después del hecho traumático. Las víctimas de abuso infantil son los ejemplos más claros de esta modalidad de presentación.
¿Cuáles son las consecuencias?
Los síntomas descritos elevan los niveles de estrés y ansiedad de manera crónica, impactando en nuestra funcionalidad diaria, nuestros pensamientos y nuestro sistema inmunológico. Es decir, puede modificar nuestra calidad de vida. Eso parece razón suficiente para darle toda nuestra atención y buscar tratamiento de primera línea. Un pasado conflictivo no debe implicar un presente sombrío ni un futuro temerario. La vida vale la pena ser vivida los más sanamente posible.