Psicología Miércoles 11 de Noviembre

¿La bolsa o la vida?

Andrea Gulisano. Psicóloga. Docente de la Universidad Abierta Interamericana.*

La salud mental de los adultos mayores en tiempos de COVID-19

Mientras la enfermedad por coronavirus COVID-19 atraviesa todo el tejido social y verticaliza su curva trastornando las maneras de vivir, resulta imprescindible reflexionar acerca de algunos aspectos de la Salud Mental de uno de los grupos vulnerables a ésta: el de los adultos mayores.   

Uno de los asuntos que trajo aparejada la pandemia, fue la necesidad de diferenciar distintas modalidades de acercamientos para limitar la trasmisión de la enfermedad y por ello se ha distinguido el distanciamiento social de la cuarentena y del aislamiento. A esa distinción, e-Voluntas (2020) le ha añadido la idea de que permanecemos conectados aún estando separados, aunque también –en contrapartida – se menciona que la proximidad física aumenta las probabilidades de entrar en contacto con nuestros semejantes y que contribuye a la formación de relaciones nuevas y el mantenimiento de las existentes, cuestiones imprescindibles para la subjetividad, especialmente de los mayores. Sin embargo, una lectura rápida nos indica que esas modalidades, están destinadas a disminuir el riesgo de enfermar que, en el caso de ocurrencia de COVID-19 en personas de ese grupo etáreo que presenten comorbilidades o factores de riesgo, podría conllevar riesgo de muerte. 

Llegados a este punto, debemos recordar que algunas corrientes de la gerontología estimularon históricamente la autonomía e independencia de los adultos mayores, apuntando a la consecución de un envejecimiento satisfactorio. Bajo esa idea y en un momento en que la pandemia no aparecía en ningún horizonte, el mundo invirtió en políticas públicas basadas en pautas cuyo cumplimiento redundaría en un envejecimiento activo, proactivo y funcional. Una de éstas, fue la estrategia de promocionar la salud mental y bienestar a través de la prevención de la soledad y el aislamiento.  

A la fecha, el Ministerio de Salud de la Nación recomienda para las personas mayores de 65 años autoválidas, el distanciamiento social, lo cual en principio, no incidiría sobre las relaciones interpersonales. Distinta es la situación de aquellos que permanecen en residencias de larga estancia ya que, como han señalado Jáuregui y Sagula (2020), hasta tres cuartos de esa población padecen de deterioro cognitivo, por lo cual consideramos que el contacto social y la interacción interpersonal resultan necesarios para retrasar su indefectible avance y atenuar la pérdida de calidad de vida.  

Sin embargo, en la situación actual, debemos retomar lo que enunciáramos párrafos atrás: se trata de no exponer a las personas mayores con comorbilidades al riesgo de enfermar o morir por COVID-19, exposición que se evita limitando los contactos, y es aquí donde nos enfrentamos a una encrucijada del tipo “la bolsa o la vida” acerca de la cual, Lacan en su Seminario X “La angustia” (2006) señala que en la elección entre una y otra, resulta forzoso hacerla por la vida, pero al elegirla, ésta ya no puede ser sino, mutilada. Así, para los adultos institucionalizados, la bolsa es el contacto social y la vida es el aislamiento y, la mutilación del contacto implica la pérdida del aporte que a su calidad de vida pudiera hacer el compartir encuentros muy próximos con sus seres queridos: reuniones familiares, abrazos, paseos, etc.  

Frente a esto, tiene alcance una de las recomendaciones que respecto de las circunstancias de la pandemia por COVID-19 fueron efectuadas por Brando Garrido (2020) en su “Decálogo de Salud Mental Positiva para Gente Mayor”. Allí, se indica a los adultos que deben cuidar de sus relaciones interpersonales estando en contacto telefónico con las personas significativas con quienes se pueden compartir los sentimientos y de esta manera conocer “que hay personas pensando en usted”. También, del mismo modo, podemos nosotros sugerir a quienes tienen familiares institucionalizados que, en pos de la promoción de su salud mental, apelen a los medios de comunicación de los cuales dispongan para entablar contacto con  ellos induciéndolos a recuperar sus saberes, desde los más sencillos a los más complejos (hacerles recordar una receta de cocina o cómo reparar un artefacto) y, respecto de aquellos que manejan tecnología de celulares también se los estimule a través del envío de fotos familiares recordándoles en un texto las circunstancias en que fueron tomadas, dándoles adivinanzas sencillas, links de YouTube de canciones que ellos solían escuchar, etc..  

Se debe, por lo tanto, apelar a la creatividad para mitigar los efectos en la salud mental que el aislamiento impuesto por la pandemia pudiera tener, permaneciendo distanciados pero conectados con ellos y ayudándolos a conectarse con su historia de vida, en definitiva, con la vida misma. 

 * Especialista en Epidemiología. Magister en Gerencia y Administración de Servicios de Salud. Psicoanalista.  


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