Madres Sobreprotectoras
Jorgelina Prete. Psicóloga.
¿Cómo correrse de ese lugar en el que la demanda de los hijos se relaciona con un mandato social?
Llegan a la consulta psicológica madres que se quejan de sus hijos “que no quieren cortar el cordón umbilical”, “que no quieren crecer”. Se lamentan que sus hijos no se van de sus hogares, no trabajan, no se independizan. La cuestión es: ¿Son sus hijos los que no se quieren ir o son ellas que no quieren soltarlos?
Es un interrogante frente a la posición que atraviesa a varias mujeres aferradas a su rol de madre. Se encuentran en una posición ambivalente: por un lado las agobia la responsabilidad familiar, pero por el otro no pueden dejar de atender y cuidar a estos “nenes crecidos” que ya están pasando los 20.
Lo que hay que señalar es que la queja es una trampa a la hora de poder salir y salir-se de esa posición que a su vez muestra la cara de una satisfacción.
Si bien existen mandatos culturales que indican que la mujer debe ser madre, esposa y ama de casa, atraviesa cuestiones de género que la dejan aferrada a un rol que parece inmutable.
La mujer lleva el peso de los mandatos no sin un costo, no sin consecuencias con un grado de exigencia que vociferan los medios de comunicación , con publicidades que demuestran perfección: mujeres bellas, inteligentes , ordenadas , trabajadoras , sexies y felices, sobre todo felices, tan alejado de la realidad (algunas bajo situaciones estresantes)
La identificación de un modelo a seguir deja profunda frustración y depresión por no poder alcanzar aquello que imponen los medios de comunicación, hoy el gran educador del día a día si no existe criterio para discernir qué vemos y tomamos como ejemplo.
Los preceptos de la buena crianza
En la exigencia del cotidiano vivir la mujer madre, primero madre, queda expuesta si no responde con el ideal de perfección y de la “buena crianza” que para su entendimiento es “darlo todo a sus hijos”, “que no les falte nada” , “que no pasen necesidades “. Darles todo lo que sus padres no pudieron ofrecerles a ella o a la generación de madres que pareciese le tiene “miedo a sus hijos”, miedo de que en algún momento ellos, los adolescentes, se revelen y les digan que son “ malas madres”.
¿Qué quiere decir mala madre? Esta frase hace ruido y cae estrepitosamente el velo. Es decir… se muestra que no son perfectas…
En el camino quedó atrás una transmisión afectuosa y educativa, valiosa en límites, esfuerzo y respeto.
Es en el miedo a los hijos que se ocultan cuestiones, que tienen que ver con privaciones, no privar a los hijos de nada, que no les falte nada, tapando el deseo de ellos…Lo que se tapa aparece muchas veces, surge de otra forma en adolescente como síntoma.
¿Podrán los hijos desear algo? ¿Cómo se va construyendo la autonomía de los mismos?
La pregunta es: ¿podrán las madres destituir a los hijos del rol de "niño mimado” en el trono de la familia?
Nos lleva a reflexionar el lugar de la falta que opera en la crianza y en la educación de los hijos. El desafío es poder aceptar que todo no se puede, la perfección no existe y que la falta es inherente a la vida.
Como nos enseña el psicoanálisis, el amor materno, la relación afectiva con la madre, es un modelo imposible de evadir. La lucha por la autonomía resulta conflictiva ya que por un lado, se encuentra el deseo de libertad y por otro, el deseo de permanecer unido a la madre y no enfrentar las dificultades de la vida.
Muchos rótulos pueden denominar el rol de una madre y la demanda que los hijos ejercen en ella. LO IMPORTANTE ES CORRERSE DE ESE LUGAR. No dar “todo lo que pidan o esté de moda”, sino acompañar el proceso de ir construyendo la autonomía en los hijos, darles herramientas y apoyarlos en los procesos de aprendizaje y crecimiento.