Malestar Social ¿Irritabilidad o resistencia al cambio?
Psic. Juan José Montemagno - Psic. Guillermo Alberto Adad
Los tiempos de la Modernidad Líquida
Actualmente podemos observar con frecuencia actitudes individualistas, falta de registro del prójimo como un igual, bajos niveles de tolerancia a las diferencias, rupturas de los lazos solidarios en gran parte la sociedad. Es común percibir en la cotidianidad la exacerbación ante cualquier conflicto.
En una primera lectura, podríamos pensar que el malestar social actual obedece a la inestabilidad socioeconómica, al período electoral en que nos encontramos, a la celeridad de los cambios culturales, o lo podemos considerar como un síntoma de cambio de época.
Desde una lectura más profunda, sobre la época actual, podríamos analizarlo desde la lógica de la “modernidad líquida” de Zygmunt Bauman que plantea que la realidad líquida consiste en una ruptura con las instituciones. Antiguamente, la vida estaba diseñada para seguir los patrones establecidos para la toma de decisiones importantes que regían su vida. En la modernidad líquida las personas ya han conseguido desprenderse de las estructuras, y cada uno crea su propio modelo para determinar su forma de vida.
La vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos con breves e indoloros finales.
En la vida líquida, la sociedad se basa en el individualismo, en algo temporal e inestable. Todo lo que tenemos es cambiante y con fecha de caducidad, en comparación con las estructuras fijas del pasado.
La vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos con breves e indoloros finales.
El mundo de lo desechable
“El mundo hecho de objetos duraderos ha sido sustituido por uno de productos desechables diseñados para su inmediata obsolescencia. En un mundo de estas características, las identidades pueden adoptarse y desecharse como quien cambia de vestido”, explicaría más tarde. “El horror de la nueva situación está en que todo trabajo diligente de construcción puede resultar vano; el atractivo de la nueva situación, por otra parte, reside en el hecho de no verse atado por pasadas desgracias, de no verse nunca irrevocablemente derrotado, de mantener siempre las posibilidades abiertas” («La cultura en el mundo de la modernidad líquida», BAUMAN, Z. 2011).
En este sentido, Bauman plantea a la modernidad líquida como una sociedad que carece de cimientos fuertes que soporten las arremetidas del tiempo, por ejemplo, el matrimonio era para siempre, el trabajo era para siempre y los objetos que se poseían eran para siempre. En oposición a esta solidez la modernidad líquida de nuestra época nos exige la construcción de una identidad que cambie permanentemente y se adapte a las circunstancias sin importa valores o reglas establecidas. Esta nueva identidad crea la falsa idea de independencia a todos los sistemas establecidos, la celeridad del tiempo y la fugacidad de los acontecimientos nos dan las pautas de los que se considera como actual.
Es decir, lo que se había presentado como un horizonte, se cambia inmediatamente; los acuerdos establecidos se modifican cuando se quiere y los pactos firmados son alterados a conveniencia. O, dicho de otro modo, describe nuestras contradicciones y refleja las tensiones existenciales que se generan cuando los humanos nos relacionamos.