Maradona. El diez
Juan Cruz Pistilli. Psicólogo, Psicoanalista.
El 30 de octubre fue el cumpleaños de Diego Armando Maradona. El presente artículo es una especie de homenaje reflexivo al ídolo cuestionado por uno, amado por otros.
Tan inconcebiblemente inmenso es, que sería inescrupuloso reducirlo a un arbitrario puñado de cualidades.
De los dioses que las mitologías han imaginado, todos ocupan una condición menor, aun el cristiano, hegemónico en estas geografías.
Como en la biografía de cualquier hijo de vecino, también en la suya, abundan las cobardías. Pero un atributo, en mi opinión, lo eleva a un lugar por sobre la especie humana, un lugar donde las palabras son instrumentos mediocres para designar esa edificación anómala (es común, que los compañeros de equipo, cuando hablan de Diego, para poder expresarlo; apelen al silencio largo, se zambullan en la reflexión y en el sentimiento, deban asistirse con una extravagante gestualidad). Sugiero una aproximación; coraje.
Antes de Diego, el futbol era otro. Maradona lo estalló con su jugueteo exacto, amoroso y lúcido.
Caprichosamente elijo una escena. El mundial en España en 1982, un partido contra Bélgica.
Una barrera se dispersa luego de un tiro libre. Una jauría belga debe contender con el más temible león, su sola presencia, la reputación que lo precede, le escamotea el norte de las brújulas. Seis contra uno. El miedo no se equivoca, se posa en la mirada belga; el suelo se vuelve enjabonado, tembladeral, cruje, se resquebraja. La jauría sabe del diez y su zurda, cuya urdimbre onírica es intolerable.
La capillita de la moral sin tachadura, de los genios incomprendidos y los talentosos de mala suerte; también se le tiran a los pies, buscan golpear sus carnes llagadas.
Lo que más le punza a esa horda, es que nunca desmintió su niñez de potrero insolente. Allá ellos. También quedan atrás.
Coraje: “echar el corazón por delante” según el diccionario etimológico. En la cancha un corazón humeante anda tramando cosas que nunca nadie hizo. Cuanta maravilla, cuanta soledad.
No hay énfasis ni exageración en decir que Maradona inventó el fútbol.Antes de Diego, el futbol era otro. Maradona lo estalló con su jugueteo exacto, amoroso y lúcido. Después de Diego, el interior de las hazañas futbolísticas no pueden omitir el componente maradoniano donde la magia ocurre, una intensidad como de quien se juega la integridad de su pellejo con una elegancia incesante.
“Ahí, uno se cree Napoleón, otro se cree que es un rey, y yo les digo que soy Diego Maradona y nadie me cree”. Esto decía Diego contando una anécdota de su internación en un Psiquiátrico en 2004.
Mentía. Una vez más, condescendía y jugaba a mezclarse en la indecible monotonía de la existencia ordinaria, sin leviatanes, sirenas, maradonas ni dragones…
Conoció las angustias de la derrota y nunca se abandonó a ese destrato. Cada vez, junto los pedazos de su corazón y se reinvento con osadía.
Alguna vez un hombre antiguo por primera vez cambió el curso del agua, otro, vinculó el fuego a la luz para andar en la noche o al abrigo en los rigores del frio. Sin duda fue un saber colectivo; una sucesión de inteligencias, pequeños logros, errores, accidentes, etc... Pero hubo un ser que reunió ese saber y dio el paso magno y modificó el destino humano. Necesitamos de las comparaciones. Tal vez, y solo tal vez, esos seres primitivos merezcan compartir este escrito junto a Diego Armando Maradona.