Pactar con la vida una vez más
Constanza Galina Andrioli – Abogada. Psicóloga. Mediadora. Docente.
Empezar el año con esperanza. Afrontar lo que ya no está y aferrarnos a nuevas posibilidades.
Empezar el año con esperanza se presenta como un desafío luego de meses atravesados por la Pandemia. Sus consecuencias emocionales, económicas, individuales y colectivas, determinan la necesidad de reorganizar los recursos psicológicos y materiales para proyectarse con optimismo.
Es difícil programar actividades, nuevas o cotidianas, en un mar de incertidumbre y pesimismo. Es enorme el impacto subjetivo que genera convivir con el riesgo y el miedo. Por las pérdidas de seres queridos y prójimos. Por la estrepitosa caída de proyectos, empleos, ingresos y fundamentalmente, las posibilidades de disfrutar. Para impedir la circulación del virus, ha sido inevitable adoptar medidas que cercenaron las fuentes de gratificación y alegría. Suspensión de actividades lúdicas, de esparcimiento, deportivas, y por sobre todo, encuentros afectivos, familiares y sociales, abrazos y besos, que constituyen fuentes de placer. Fiestas acotadas, cumpleaños virtuales, deportes restringidos, sonrisas tapadas, saludos lejanos, abrazos cancelados, metas caídas y gran tristeza a superar.
¿Cómo proyectar un 2021 con optimismo?
Lo primero que se puede intentar es reconocer que no es fácil, pero recordarnos que tampoco es imposible. Mientras haya vida, todo intento es posible. Un buen comienzo sería comprar una agenda, o tal vez dos, una para reprogramar lo que no se pudo en 2020 – y aún se podría-, y otra para lo que corresponde y se desea en 2021. Organizar cada mes del año tratando de retomar algún proyecto que se cayó en el año anterior y asignarle un tiempo u horario estimativo y concreto para realizarlo. Rescatar esa actividad que no se pudo ejecutar y tratar de ubicarla en cada semana y mes, para intentarla. Con la consigna de seguir adaptando cada actividad a un protocolo de prevención del contagio, de manera de cumplirla con responsabilidad y acotando el riesgo. Esto significa no descartarla, sin antes analizar si podemos hacerla cumpliendo el protocolo. Si no hay modo de adecuarla, es decir, de realizarla sin riesgo, para nosotros o los otros, volver a programarla para más adelante. Un más adelante concreto, con día, fecha y hora anotado en la agenda. Tal vez, después del mes de septiembre, que es el tiempo en el que alguien dijo que tal vez la mayoría ya cuente con alguna de las vacunas. La propuesta es que no se caigan más proyectos, si podemos adaptarlos a su realización, para no volver a quedarnos con la sensación de frustración y caída de planes que nos dejó el año que pasó.
Hacer el esfuerzo de hacer consciente lo que hemos perdido, permitirnos llorarlo, con coraje y buen trato hacia nosotros mismos. Aceptar que todo aquello que no se pudo hacer o que ya no está, fue por razones ajenas a nosotros, para suprimir culpas y reproches, que deterioran el estado de ánimo. Evitar juzgarnos con severidad si hemos cancelado planes, aumentado de peso, dejado de entrenar, suspendido prácticas saludables. Podemos lentamente reprogramar visitas con los profesionales de la salud y retomar en la medida de lo posible lo suspendido que nos ayudaba a sentirnos bien.
Conexión permanente
Un elevado porcentaje de personas experimentaron el llamado “síndrome de la cabeza quemada”, por la sensación de vivir permanentemente con miedo de perder la salud, la vida, algún ser amado, la fuente de ingresos. Esta sensación de vivir frente a un enemigo invisible produce estrés y malestar. Hubo un aumento de responsabilidades y riesgos en varios sectores de trabajadores, por ejemplo, en las tareas esenciales, de salud, de comercio, cuidado de personas, transporte. En otras, comenzó el llamado “teletrabajo”, que se reguló después del inicio de la cuarentena, pero que presenta grandes dificultades de adaptación de espacios, informáticas, uso del tiempo y conciliación de la vida familiar con la profesión. El llamado “derecho a la desconexión”, es difícil de implementar, ya que muchas veces la “conexión” es permanente, en sentido psicológico, y se complica separar la vida doméstica de la laboral, si transcurre en el mismo lugar físico, y se está en línea, con el wassap y el email, la mayor parte del día.
En los casos de estrés laboral, es importante encontrar modos de relajarse y de superar el malestar frente al agobio de extenuantes jornadas que parecen no tener fin. Encontrar ayuda profesional psicológica on line es una buena alternativa para aliviar los estresores y encarar el nuevo año más distendidos. Todo esto en el mejor de los casos, esto es, que no hayamos perdido nuestra fuente de trabajo. De haber pasado por esa tremenda experiencia, es aún más complejo proyectarse con fe y será preciso buscar otros apoyos para salir adelante. Pedir ayuda a amigos, familiares, y profesionales de la salud mental, para fortalecer nuestra autoestima, encontrar contención y fuentes de nuevos recursos tanto materiales como subjetivos, para encontrar una salida.
Decía Freud que en año nuevo se celebra a la vez un duelo y un pacto. El primero, es por aquello perdido: lo que no se logró, los que no están. El pacto es con lo divino, sea con Dios, el estado de cosas, lo imposible, o con la vida. Negociar con nosotros mismos un nuevo acuerdo con la vida, afrontando lo que ya no está, lo que ya no será, pero aferrándonos con fuerza y esperanza a eso que aún anhelamos y que podemos hacer posible. Una versión posible y reciclada de esos sueños que pese a todo, aún nos animamos a soñar.