Amores perros: ¿amores perrunos?
Raúl Alejandro Leani (Psiconeurólogo). Consultorios Barrio Martin.
Las mascotas nos humanizan, despiertan en nosotros los humanos los sentimientos más profundos
Le conté a una paciente sobre una situación que presencié de forma repetida hace unos años atrás. El perro de un vecino salía a saludarlo cuando regresaba del trabajo; el eufórico can le saltaba encima, le lamía la cara en un arrebato de alegría y afecto. Lamer es una actitud de tierna socialización, también lo hacen con sus cachorros; esto se observa en perros que han sido cuidados con cariño, incluso perros de la calle que son alimentados y protegidos por los vecinos. Los perros sintonizan con la gente, tienen un profundo sentido de sociabilidad y quieren complacer, tienden a buscar compañeros; esto es un poderoso estímulo afectivo que hace que los seres humanos tengan un fuerte apego dado el afecto incondicional del animal.
Mientras la mujer escuchaba mi relato, corrían lágrimas por sus mejillas; me alcanzó el recorte de la “Canes y Felinos”, en la cual estaba escrito un obituario titulado “En mi corazón siempre” en el cual se leía: “Estuviste siempre a mi lado cuando me encontraba triste o cansado, me acompañaste en mis alegrías, llenaste vacíos en mi vida, dejaste un oasis de luz en mi corazón, mi perro fiel, mi gran compañero, mi amigo”. La mujer me consultó por su intenso sufrimiento de duelo a raíz de la muerte de su perra que la acompañó durante 15 años. En el triste vacío por la pérdida no encontraba consuelo.
Hay personas que consideran exagerado el sufrimiento afectivo por la ausencia definitiva de una mascota; considero que ese amor incondicional es la muestra de que se hace presente lo más recóndito de las regiones de la memoria emocional subconsciente de la persona, el sentimiento más enigmático y misterioso: el amor permanente e incondicional hacia otro ser vivo; ese estado emocional tiernamente afectivo se llama neotenia. La neotenia tiene que ver con el niño que vive en nosotros los adultos, memoria que nunca desaparece y se hace intensamente presente, dado el caso, cuando nos encariñamos con una mascota, sea un perro, un gato, un caballo, un loro, etc. Una mujer cayó en depresión por la muerte de su mono tití; el primate no se separaba de ella. Su esposo se lo había regalado; le llevó un tiempo prolongado reponerse de su ausencia definitiva. El dolor de esa mujer me conmovió; para ella el pequeño primate era como un hijo. Otro hombre vine a consulta acompañado de su esposa; no tenía consuelo, su caballo preferido había muerto inesperadamente.
Luigi Pirandelo escribió: “No lloro por vos, lloro por mí, porque ya no estoy en tu corazón”. Un paciente me consultó desconsolado, me contó que cuando se sentía presionado por algún problema, salía a caminar acompañado de su fiel ovejero alemán; a él le contaba sus problemas; esa descarga ventilaba sus emociones y lo calmaban; me mostró una foto en la cual se veía una cruz, en ella estaba enroscado el collar de su fiel compañero, en la cruz se leía el nombre del perro. El fiel amigo y compañero descansa para siempre en el centro de un pequeño y bello bosquecito rodeado de un apacible paisaje rural.
El duelo por una mascota suele ir acompañado de sentimientos de amargura, rabia e impotencia ante lo irremediable y sin retorno
El duelo por una mascota suele ir acompañado de sentimientos de amargura, rabia e impotencia ante lo irremediable y sin retorno. Los perros nos humanizan; en este mundo actual donde el amor es un alimento muy escaso, nos hemos vuelto muy perrunos. Arqueólogos han encontrado restos fósiles de sepulturas de perros que datan de hace aproximadamente 15.000 años. El hombre del paleolítico fue el primero en enterrar a sus muertos. Cuando ese antiquísimo ser pensante tomó conciencia de su propia muerte e hizo su primer estado de duelo respecto a otro semejante sepultándolo nada volvió a ser igual, allí ya no había animal, había hombre. Los lobos domesticados proporcionaron a aquellos hombres una enorme ventaja para la supervivencia sirviéndoles de guías, vigías y guardianes y facilitándoles cazar en grupo.
En el estudio comparado de la era primitiva, los paleontólogos han podido comprobar que el cerebro humano se agrandaba en su región frontal, el mayor tesoro neuronal adquirido por nuestra especie: los lóbulos frontales, sedes del juicio, las funciones asociativas, la atención, la función de búsqueda. También controlan el desborde emocional. ¿Cuál fue entre otros un factor decisivo?: gracias a la domesticación de los perros-lobos, el homo sapiens ganó más autonomía de caza y supervivencia.
Sí, las mascotas nos humanizan, despiertan en nosotros los humanos los sentimientos más profundos. Cuando llega a mi consultorio una persona a consulta, siempre me pregunto: ¿Cómo me sentiría yo en su lugar? ¿Qué me pasaría a mí si me ocurriera algo así? ¿Cómo puedo ayudarlo? El método Focusing-EMDR, mediante la activación de visualizaciones del hemisferio derecho del cerebro genera un espacio de reflexión para personas en duelo por la pérdida de sus mascotas. Existe un dulce consuelo: mirar la vida con la alegría y el cariño con los ojos de quien ya no está. Elaborar el duelo es reparador y sanador. El poeta Jackes Brel escribió: “Me esconderé para mirarte/ bailar y sonreír/ escucharte cantar y después reír/ déjame que me vuelva la sombra de tu sombra/ la sombra de tu mano/ la sombra de tu perro”.